El tiempo frente a pantallas puede interferir con la regulación natural del apetito de los niños al alterar señales hormonales como la grelina y la leptina, que controlan las sensaciones de hambre y saciedad. Las investigaciones sugieren que una exposición excesiva a pantallas—especialmente durante las comidas o antes de dormir—puede llevar a comer distraídamente, alterar los antojos, interrumpir los patrones de sueño y, en última instancia, aumentar el riesgo de sobrealimentación y ganancia de peso.
Demasiado tiempo frente a pantallas puede interferir silenciosamente con cómo los niños experimentan el hambre y la saciedad: dos señales clave para desarrollar hábitos alimentarios saludables. Desde hormonas como la grelina y el cortisol, hasta la luz azul por la noche, las pantallas abarcan cada parte del panorama del apetito. Esto es lo que los padres deben saber.
El cuerpo de tu hijo cuenta con un sistema incorporado para regular el apetito, dirigido por dos hormonas clave: grelina, que señala el hambre, y leptina, que señala la saciedad. En condiciones normales, estas hormonas se mantienen en equilibrio—la grelina aumenta antes de las comidas y la leptina sube después para indicar que el cuerpo está satisfecho.
Pero cuando los niños pasan mucho tiempo sentados—especialmente frente a una pantalla—ese equilibrio puede verse alterado. Investigaciones han demostrado que los periodos largos de inactividad y comer con distracción pueden afectar cómo se reciben esos mensajes hormonales.
Consejo rápido: Ofrece comidas tranquilas y sin pantallas para ayudar a los niños pequeños a notar cuándo están llenos.
Comer frente a una pantalla a menudo lleva a que los niños presten más atención al dispositivo que a su comida. El contenido rápido y atractivo de la mayoría de programas puede ahogar las señales internas que guían una alimentación saludable.
Fomentar comidas sin pantallas brinda a los niños el espacio para escuchar a su cuerpo—una habilidad clave para desarrollar hábitos de alimentación y bienestar para toda la vida.
No se trata solo del tiempo frente a pantallas, sino también de qué están viendo o jugando. Contenidos rápidos o emocionalmente intensos pueden elevar los niveles de estrés, aumentando una hormona llamada cortisol. El cortisol elevado se ha asociado con antojos de alimentos ricos en azúcar y grasa, especialmente en adultos.
Aunque los estudios aún están explorando esta relación en niños, los indicios apuntan a un efecto similar: los niños pueden tener ganas de ciertos alimentos no por hambre real, sino por sentirse abrumados o estresados por lo que acaban de ver.
Consejo para padres: Ayuda a los niños pequeños a nombrar sus emociones ("¿Tienes hambre o estás triste?") antes de ofrecer refrigerios.
Para fomentar patrones alimenticios saludables durante la merienda, ofrece alimentos que satisfagan tanto el hambre como el gusto sin caer en opciones impulsadas por el estrés, como:
Cuando los niños están muy concentrados en una pantalla, su atención se aleja del cuerpo y se fija en el entretenimiento. Esto facilita pasar por alto señales sutiles de hambre o saciedad.
Esa atención—conocida como conciencia interoceptiva—es crucial para identificar cuándo comer y cuándo detenerse. Si esa conciencia desaparece, los niños pueden caer en patrones de alimentación automática.
Consejo rápido: Pausa las pantallas 10 minutos antes de comer para ayudar a los niños a enfocarse en la comida.
En cambio, comer sin distracciones—como sentarse juntos en la mesa—puede ayudar a un niño a sintonizar con su cuerpo. Estos momentos, repetidos con el tiempo, son clave para fomentar una relación positiva con la comida.
La investigación muestra que las personas generalmente comen un 10% más cuando están distraídas durante una comida.
Consejo rápido: Pregunta a los niños a mitad de la comida si se sienten “un poco llenos, a medio llenar o muy hambrientos” para fomentar conciencia corporal.
El impacto no termina ahí—esas mismas personas suelen volver a comer más tarde, lo que suma un estimado de 20–25% más calorías al día.
Fomentar comidas sin pantallas ayuda a restaurar esta conexión entre cuerpo y mente. Ya sea una cena saludable o una merienda sencilla en su lonchera, comer con atención crea hábitos que duran más allá de la infancia.
Los niños están expuestos a una avalancha de publicidad alimentaria durante el tiempo de pantalla. Más del 80 por ciento de estos anuncios promueven productos altos en azúcar, sal o grasas poco saludables. Estos mensajes suelen eclipsar las señales internas de hambre y saciedad.
En lugar de pedir comida por hambre real, los niños pueden hacerlo simplemente porque vieron algo apetecible. Con el tiempo, esta exposición constante puede debilitar la capacidad del niño de confiar en sus señales corporales.
Estos productos anunciados con frecuencia tienden a ser poco nutritivos:
Una forma de contrarrestar esto es con comidas y meriendas nutritivas que también sean divertidas y sabrosas. Algunas ideas:
El tiempo de pantalla en la noche no solo afecta la atención y el enfoque—también impacta el sueño. La luz azul que emiten los dispositivos puede retrasar la producción de melatonina, que es la hormona que el cuerpo utiliza para relajarse y prepararse para dormir.
Consejo para padres: Apaga las pantallas entre 30 y 60 minutos antes de acostarse para ayudar a que los niveles de melatonina suban de manera natural.
No dormir bien puede alterar el equilibrio hormonal: aumentan los niveles de grelina y disminuye la leptina, fórmula que puede llevar a comer de más incluso sin tener hambre real.
Comprender esta conexión ayuda a construir una mejor relación con los alimentos.
Los niños que tienen pantallas en su habitación suelen dormir entre 20 y 60 minutos menos cada noche. Esa pérdida de sueño puede llevar a antojos de alimentos azucarados o ricos en almidón, ya que el cerebro cansado busca energía rápida.
Ese ciclo—menos descanso, más antojos, alimentación desequilibrada—puede contribuir a la obesidad infantil y otros problemas de salud con el tiempo.
La actividad física mejora la sensibilidad del cuerpo a hormonas clave del apetito como leptina, insulina y posiblemente grelina, lo que facilita a los niños reconocer cuándo tienen hambre o están satisfechos.
El movimiento regular ayuda a alinear el hambre con lo que el cuerpo realmente necesita—una base fundamental para alimentarse en sintonía.
Muchos niños pasan mucho más tiempo frente a una pantalla que moviendo su cuerpo:
Estar sentado por mucho tiempo puede reducir la sensibilidad a la leptina y la insulina. Esto hace que sea más difícil para los niños saber cuándo ya han comido suficiente.
Este patrón suele seguir un ciclo:
Consejo rápido: Incluye pausas activas entre actividades frente a la pantalla—bailar, estirarse o caminar al aire libre.
Al convertir el juego activo en un hábito diario y reducir las horas frente a pantallas, las familias pueden restaurar el equilibrio y fomentar hábitos saludables sostenibles.
Escrito por: Vivian Castillo, MS, RD, CNSC – Nutricionista registrada y experta en nutrición clínica pediátrica.
Fuentes:
Asociación Americana de Psicología – Publicidad de alimentos y niños
Revista Pediatrics – Estudio sobre niños con pantallas en sus habitaciones
Centro Nacional de Información Biotecnológica – Artículos múltiples de PMC
Fundación del Sueño – Uso de electrónicos y sueño
ScienceDirect – Artículos sobre tiempo frente a pantallas, sueño y consecuencias en la salud
hace 3 semanas